lunes, 30 de abril de 2007

Gogo



Rodrigo es mi hermanito. Bueno...hermanito con 1.90 de estatura y ya todo un señor y padre. Y se que cuando lea ésto me va a decir "no m... negra, mejor ya ponte a trabajar", siendo como somos en la familia poco dados a expresar lo que sentimos.

Últimamente ha tenido muchos sustos. Primero esa versión en miniatura de sí mismo que aparece con él en la foto estuvo en el hospital muchos, muchos días después de un accidente que afortunadamente no tuvo consecuencias. Después, tras varios años de batalla con su estómago, por fin se operó de esa hernia que le causaba todo el tiempo unas agruras del demonio...aunque hasta ahora la cosa todavía no se mejora del todo.

Mi hermano es generoso, y esa es una cualidad que admiro profundamente en él. Y no sólo lo es con lo material, sino también con su inteligencia e ingenio. Se que puedo contar con él para todo, y que me dará su consejo de manera directa y clara.

Y es que además, somos tan diferentes en tantas cosas, que me maravilla que nuestras diferencias permitan que nos llevemos. Esas mismas diferencias hicieron nuestra adolescencia bastante accidentada. Me chocaba su desparpajo, como no se detenía ante nada para obtener lo que quería. Odiaba que siendo yo "tan buena niña" que hacía las cosas correctamente, él obtuviera los mismos resultados saltándose las reglas.

Sin embargo, de niños, fuimos cómplices. Uno de los recuerdos de mi infancia más querido son los juegos que compartimos. Inventamos "Los zapatos voladores": Sacábamos TODOS los zapatos de nuestro closet y poníamos dentro de ellos TODOS nuestros muñecos yo mis Barbies y él sus hombres de acción. Cada muñeco tenía un zapato, de manera que parecía que los muñecos estaban montados en una nave personal que, por supuesto, volaba. El juego consistía en que era una familia de muchos hermanos, que huían de un hombre muy malo. ¡Y que mejor manera de huir que subidos en un "zapato volador"!.

Otra cosa que hacíamos era amarrar con hilos a los muñecos y jugar a los excursionistas desde el techo de doble altura de la sala de casa de mis papas. Era muy divertido imaginarnos en alguna selva tropical, haciendo lo que hacían los muñecos.

Su simpatía y carisma le han ganado muchos amigos. La casa de mis papas siempre estaba llena de gente. Rodrigo cae bien. Tiene un humor que el mundo entiende, lo cual no quiere decir que sea simple o bobo.

Ahora lo veo poco. Veo más a Lulú, su esposa. Los niños, sus fiestas y sus juegos nos llevan a los mismos lugares a mi cuñada y a mí. Y aunque nos vemos poco, se que siempre piensa en mí, igual que yo en él.

Hoy, hablando con él en el messenger, me comentó algo que me dejó sorprendida y francamente sin palabras. Me confirmó su generosidad y su gran corazón. Me explico ahora muchas cosas de él, entre ellas porque ha prosperado y porque se ha convertido en un hombre exitoso. La vida le ha devuelto con creces lo que él ha puesto en el mundo. Vive como quiere y como se merece vivir.

Esta entrada pensaba publicarla en su cumpleaños pero no sabía como terminarla. Así que aunque sean tres meses atrasada, aquí va Gogo. Con todo mi cariño.

Tu carnala, la Negra.

martes, 3 de abril de 2007

Parecen hermanas....

Dicen por ahí, que una imagen vale más que mil palabras. Desde que nació Paulina (imagino que pasa igual con todos los niños) Todo mundo le encontraba parecido con Joaquín o conmigo. Mi mamá decía que era igualita a su padre y mi suegra decía que era igualita a mí. Quizá ambas lo decían por quedar bien una con la otra.

Lo cierto es que la gente que me conoce desde chica, cuando ve a mi hija me dice que es mi clon con ojos claros. Se las pongo. Ustedes decidan.

Más allá de parecernos físicamente, Paulina y yo nos parecemos en otras cosas. Vive en un mundo de fantasía del cual es difícil sacarla...igual que yo. Su mente la lleva por caminos complicados, igual que la mía. Las dos somos pésimas en las matemáticas y nos encantan las historias y los cuentos que siempre adornamos con cosas de nuestra cosecha.

Le cuesta trabajo hacer amigas. Igual que a mí a su edad. Quizá por vivir en la luna. Se sabe todos los anuncios y tiene una memoria fotográfica (para lo que le interesa), igual que yo.

En fin. Mi pequeña me enorgullece más allá de las cosas en que se parece a mí. Es generosa, creativa, ama la naturaleza y siempre es la voz de mi conciencia cuando tiro un papel en la calle.

Lo cierto es que ha madurado y se ha convertido en una casi-señorita que me mata con sus preguntas. Y cada día, parecida o no a mí, con sus cosas y las mías, el tiempo la va alejando y llevando por su camino.

Y mientras lo toma definitivamente y se convierta en una adolescente que se rebele contra todo lo que tiene de mí, voy abrazarla y comérmela a besos.

lunes, 2 de abril de 2007

Antes muerta que sencilla


Ando con prisa, preparándome para mis vacaciones. Antes de irme de viaje, me entra siempre una especie de angustia, tengo la sensación de que se me olvida algo. Hago listas y listas, tratando de contemplar y anticipar todos los posibles escenarios, especialmente desde que tengo hijos. Toda la vida he cargado de más cuando viajo. Pero desde que soy mamá, es una verdadera aberración. ¿Qué tal si a Paulina le da un ataque de alergia? Pues tengo que llevar TODOS los medicamentos, por si acaso. Normalmente nunca pasa nada, pero mi lado supersticioso me dice que si no llevo la medicina, seguro se va a encontrar con alguna planta que le provoque tos. ¿Qué tal si Gerardo no come nada? Pues por si acaso le llevo unas barritas de Froot-loops, para que no pase hambre. Creo que no soy una mamá sobreprotectora, pero me aterra la idea de tener una emergencia y no estar preparada. En eso, soy una neurótica confesa.


El otro día, cuando escuchaba la canción del título de esta entrada, pensaba que era una exageración. Inmediatamente la asocié a una de mis personas menos favoritas, que no sale de su casa sin el peinado de salón y las uñas a juego con el outfit.


Pero ahora, haciendo mi maleta, me doy cuenta que yo también soy una mujer de alto mantenimiento. ¡Qué cantidad de cosas uso! Shampoo, crema acondicionadora, crema para peinar, aceite para evitar el frizz, mousse para definir los rizos, crema corporal, crema de cara, crema desmaquillante, crema de noche, maquillaje, crema depilatoria, bloqueador solar...la lista es larga. Es increíble como no nos damos cuenta de los rituales que tenemos y sobre todo ¡Cuánto gastamos en ello! No quiero ni empezar a sumar lo que me cuesta mi "mantenimiento".


Entre mi angustia por no olvidar algo y todas las cosas que tengo en mi tocador esperando ser guardadas en la maleta... me angustio más. Y descubro algo de mí que no conocía. ¡Soy complicada! La edad me ha vuelto así, en lo que me pongo y en lo que uso. Y todo para dar la impresión de que casi casi, así me levanto, con el pelo alaciado y chapitas. En lugar de parecer el mango de manila (amarilla y chupada) que soy en las mañanas, antes de darme mi mantenimiento.


¿Serán necesarias tantas cosas para sentirse bien? Cuando estudiaba, salía de mi casa con el pelo mojado...ahora me levanto media hora más temprano para peinarme. Quizá, en aquel entonces, estaba preocupada por cosas más trascendentes que mi pelo. Quizá confiaba más en como me veía "al natural".


Lo que si me queda muy claro es que, a pesar de mi recién adquirido insight, no podría vivir sin mis artículos de hojalatería. Simplificarlos un poco, quizá. Renunciar a ellos, jamás. Por eso, orgullosamente, pienso que yo también "Antes muerta que sencilla"

Y ahora, voy a seguir haciendo mi maleta, tratando de simplificar al mínimo los artículos que me llevaré a la calurosa Mérida.