sábado, 22 de septiembre de 2007

¿Quién es este señor?

¿Cuántos de ustedes saben quién fue este señor?... Una pista... fue muy famoso y hasta se suicidaron por él. Mi abuela tenía una foto de él en su recámara.

Yo volveré para contarles su historia...

viernes, 21 de septiembre de 2007

Cuando mi papá era mago



Hoy mi papá hizo figuras con cajeta. Mi mamá la sirvió en el platito verde de plástico cuando él dijo que quería un postre. Él pidió el platito verde porque ahí las figuras se ven más bonitas. Cuando lo tuvo enfrente, agarró la cuchara con un poco de cajeta, la levantó muy alto y dejó que cayera en hilitos. Primero hizo una carita y luego un barco. Gogo y yo nos moríamos de risa. Mi papá es divertido. Mi mamá se enojó porque no se comió la cajeta. No es justo. Ella siempre se enoja y lo regaña.


La casa donde conoció a su padre tenía una alfombra verde en todas las habitaciones menos en la cocina, donde había un piso de baldosas rojas color ladrillo. El ante comedor era de una madera muy oscura que contrastaba con la luz que entraba por el ventanal que daba hacia un patio de cemento. En esa mesa hizo sus primeras planas de bolitas y palitos en unos cuadernos forrados de papel lustre amarillo y con calcomanías de la Pantera Rosa en las portadas. En esa mesa comió su primer hígado encebollado que era muy nutritivo. En esa mesa su mamá le servía pepinos con limón mientras estaba lista la comida y platicaban sobre su día en la escuela, ella vestida con su uniforme amarillo con delantal blanco. Lo ve ahora en las películas súper ocho que su papá tomaba todo el tiempo, y le parece bonito y coqueto aunque lo odiaba en aquel entonces porque era demasiado corto y se le veían los calzones cuando se agachaba.


Mi papá es mago. Agarra una paleta y la desaparece. Después la saca por tu oreja o por tu nariz. Siempre me pregunta como caben en una nariz tan chiquita unas paletas tan grandes. Gogo llora cuando las paletas desaparecen. Piensa que nunca volverán. Yo le digo que no se preocupe, papá siempre las encuentra.


Comíamos tortitas de papa cuando mi papá gritó. Mi tía gritó también mientras mi mamá les decía que se calmaran. Mi tía le dijo a papá palabras que yo nunca había oído y que lo hicieron enojar. Salió de la casa y cerró fuerte la puerta. Le dije a Gogo que nunca le voy a volver a hablar a mi tía. Lastimó a mi papá.


Su padre salía sin pantalones. Se vestía, se peinaba y se despedía de los niños, jugando una travesura anticipada y repetida. Los niños le gritaban que no se fuera y se colgaban de sus piernas, mientras él preguntaba ¿me falta algo?...los pantalones gritaban los dos casi al unísono. Él se sorprendía y corría a ponérselos boquiabierto y dando las gracias por recodárselo ¡Cómo se iba a ir a trabajar así! ¡Qué bueno tener unos niños tan listos que se daban cuenta de todo! Años después su psicoanalista interpretaría repetidas veces ese comportamiento como una metáfora de sus imágenes masculinas: hombres sin pantalones. Pero eso fue después, mucho después de que su papá dejara de hacer magia. Ahora entiende muchas cosas. Los silencios de su madre y las ausencias de su padre, entre otras.


Gogo se comió un veinte hoy. Jugábamos con las figuritas rojas en la alfombra verde de su cuarto cuando se puso blanco y después morado. Grité y mamá y papá llegaron corriendo. Mi papá tomó a Gogo de las piernas y lo puso de cabeza. Se le quitó lo morado y se puso blanco mientras lloraba y mamá lo besaba. Le dieron un plátano. Papá dijo que esa moneda en su panza le iba a dar mucha suerte. Le dijo que su cuerpo la iba a cambiar de color. De plateada se iba a volver verde o negra. Y así fue. La moneda salió convertida en verde como la alfombra. Gogo también es mago.


Mi papá se sacó la lotería y nos fuimos a vivir a una casa más grande. Nos compró todos los juguetes que quisimos y que cupieron en el coche. Fue mágico, como todo lo que él hacía. La casa nueva tenía muchos cuartos y una sala enorme. Gogo y yo jugábamos mucho tiempo solos. Mamá trabajaba y papá no estaba. Se compró un encendedor dorado con sus iniciales además de muchas cadenas y crucifijos de oro. Llegaba tarde en las noches y dormía todo el día. Cerraba su puerta y decía que no hiciéramos ruido. Papá ya no hacía magia. Alguien se la robó. Quizá él mismo.


La casa nueva también tiene alfombra verde. El cuarto de juegos tiene un tapiz de rayas verdes que no me gustan nada. Hoy jugamos con los muñecos. Eran muchos hermanos en sus naves espaciales que huían de un papá malo que no los quería. Los hermanos se cuidaban entre ellos y viajaban por galaxias peligrosas. Me gusta jugar con mi hermano aunque me molesta mucho. Siempre quiere romper mis muñecas. El muñeco papá tiene la cara destrozada por alfileres que Gogo le ha clavado. Es un muñeco muy feo. Me asusta.


Hubo dos casas en su infancia, ambas con alfombra verde. En la primera, donde nació, su papá era mago y la segunda donde, en una especie de orfandad, creció y se hizo adulta…siempre añorando las figuras de cajeta, el coche lleno de juguetes y las paletas que aparecían en la nariz.













jueves, 13 de septiembre de 2007

Se me cuecen las habas...


Soy una naca, lo sé. Pero es una afición que comparto con muchas otras nacas igual que yo. Me encantan las novelas de Fernando Colunga(son las únicas que veo) y se me cuecen las habas por que ésta empiece. Así que, por favor, a partir del lunes 17 a las 21:30 horas tiempo central de la Ciudad de México, no recibo llamadas telefónicas, ni chateo en el messenger ni navego por internet. Ya les dije a mis hijos que a esa hora no pueden necesitar madre, porque no estaré disponible. Ya hasta me compré mi letrero de don´t disturb ... Ya sé es mal actor...ay, pero es muy buena persona...y está muy bueno él por todos lados. Además, en esta novela sale de pirata, que es la figura icónica de mis fantasías adolescentes. Así que sacrificaré mi ajetreada vida social y amorosa para ver la "comedia"... soy patética realmente.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Oferta






¿Seguros que no se animan? Miren que hermosas criaturas. Como no recibí ninguna oferta, no me quedará más remedio que retirar los artículos del mercado hasta que me harten otra vez. Se me olvidó comentar que ambos vienen con maquinaría de ruido integrada, que se multiplica por 18 cuando están juntos. Eso seguro que los convence...¿No? ¿Nadie?. Ojo: Las botargas de Lilo y Stich, no vienen incluidas en el paquete. Para que después no digan que hago publicidad engañosa.

martes, 11 de septiembre de 2007

Se venden niños...







Sí...escucho usted bien. Le ofrecemos estos productos para su disfrute y deleite:

1.- Niña en edad escolar, con algunos problemas para hacer la tarea de matemáticas.

Incluye:

- Mirada de pistola cuando se le pide que haga la tarea (la materia es a su elección)
- Respuestas de "No sé" "No entiendo" o "No me lo han explicado" incluidas en el disco duro.
- Tendencia al llanto fácil.
- Chip integrado de películas de Libertad Lamarque para una mejor utilización del melodrama "Ya no me quieres..."
- Carita de mustia cuando se ve metida en problemas.
- Soluciones integradas para la mejora del medio ambiente: "Deberíamos venir a la escuela caminando (10km) para que no contamines".
- Capacidades olímpicas para esquivar nalgadas: Subida de escaleras en 2.5 segundos, salto de sillón de 1.5 metros.
- Refinamiento en las artes manipulativas: "Quieres más a mi hermano" o "La mamá de Fulanita es muuuy buena la deja comer helado a la salida de la escuela y le compra todooo lo que ella quiere."






2.- Niño melindroso, flaco que espanta, que crece con el aire:


Incluye:


- Gasto mínimo de combustible: Sólo consume galletas (de cualquier marca) y bebidas de soya, eso si, únicamente de mango y manzana. Por supuesto, en el paquete viene incluido el consecuente estreñimiento por el consumo excesivo de estos "nutrientes".
- Gritos automáticos ante cualquier tipo de comida que no sea hecha a base de pan dulce: "No quiero, dame unas donaaaas".
- Respuesta de total indiferencia a cualquier elemento de castigo: "No me importaaaa."
- Fruncimiento de nariz integrado en el disco duro. Sincronizado con un programa de gemidos agudos. Pueden utilizarse solos o por separado.
- Chip de miedos a casi todas las cosas: la oscuridad, estar solo, comer solo. Despertarse en las noches y que no esté su mamá provoca una respuesta particularmente intensa (Ojo: exclusivo para niveles avanzados).
-Personificación de Arturo de Córdova o Ramón Gay, con la utilización de los brazos para taparse la cara y "llorar" sin lágrimas.

Aprovechen porque se agotan. Esta oferta tiene un tiempo limitado. Se incluye también un rimmel marca Mitzuki y un par de medias Coqueta, así como un litro de cajeta coronado.

Si la oferta es buena, pueden pasar a recogerlos en artículo 123 número 90, con toda la bendición y el agradecimiento de su madre.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Gris

Hoy los colores de este blog deberían ser grises. Mi día ha sido gris desde el inicio. No porque hayan salido mal las cosas ni nada por el estilo. Ha sido un estado de ánimo. Hoy no le he encontrado color a nada.

Cuando estoy así me da un hambre de horror y podría comerme un caballo. Desayuné una orden de molletes, comí unas papas a media mañana. A la hora de la comida con los niños me comí dos platos de sopa de pasta, unos tacos de pollo con crema y queso y un platote de arroz con leche que sobró del viernes. Y ahora, escribiendo ésto, me estoy comiendo otras papas con salsa, un chocolate y una coca de 600 ml. Mmm. Parece diario de weight watchers. Pequé. Comí demasiado. Así me pasa siempre. Como cuando estoy triste. Y la verdad es que no me había dado cuenta de que me sentía así. Es solo un desgano, que suelo hacer conciente cuando realizo un conteo calórico rápido. Uf.

Hablan y preguntan cómo me siento. Desde mi mamá hasta mis amigas...y no había caído en la cuenta. No porque no recordara la fecha. No podría ovidarla. Más bien porque desde un inicio había planeado pasar este día como cualquier otro. Pero uno planea y todo lo demás gana. Hoy cumpliría 13 años de casada. Es el primer año, en trece, que no festejo... aunque sea en lo exterior. Porque los dos últimos 10 de septiembre fueron agridulces, por decir lo menos.

Yo decidí que no quería más. Pero no deja de ser una fecha cargada de recuerdos. Parezco canción de Mecano...

No digo más.

martes, 4 de septiembre de 2007

Pasaje

Acostada boca arriba, con una sensación quemante en la garganta que llega a su boca dejando un sabor amargo, cierra los ojos ante una luz blanca que la deja ciega. El murmullo incesante de voces a su alrededor, como un panal de abejas zumbantes, la hacen desear que sus manos estén libres para taparse los oídos o cerrarlos igual que hace con sus párpados. Él le acaricia el pelo pegado por el sudor y el llanto.
—¿Estás bien?
Moqueando, asiente sin hablar. Sus manos amarradas a los lados, le recuerdan los cristos sangrantes en las iglesias de su infancia. No siente las piernas desde hace unos minutos. Tampoco percibe la pesadez de su vientre que empieza siempre como un ondulante balanceo, hasta terminar en una dureza dolorosa.

El médico dice que van a comenzar. El murmullo se transforma en música. Algún tipo de melodía instrumental que no conoce, o no recuerda. Su mente está embotada. La ansiedad y el llanto la invaden, sin dejar lugar para pensar en otra cosa. Otro zumbido. Mecánico esta vez. Y un olor desagradable…plumas quemadas, eso es.
—¿Qué me están haciendo?— Piensa casi en voz alta, como si pudiera gritar, como si su boca no estuviera cerrada en un tembloroso rictus para no llorar.
Como si adivinara la pregunta, una voz a su espalda explica:
—La están cauterizando, tienen que abrir muchas capas de piel y no queremos que pierda sangre.
Reconoce al médico que le insertó una aguja en la espalda cuando llegó al quirófano, en lo que le ha parecido un siglo lleno de preparaciones, batas verdes y telas
—Trate de relajarse, pronto terminará todo.

Llovía cuando llegó al hospital y llueve todavía. Escucha una lluvia fuerte, constante y muy cerca, como si la estuviera mojando. Deben estar en el último piso. El ruido de la lluvia es más intenso que la música que escuchaba hace un momento. La ensordece. La asusta, siempre la ha asustado. Otro de los miedos irracionales de los que Él se burla tanto. Así ha vivido los últimos meses: ansiosa, asustada de no llegar al final, donde se encuentra ahora precisamente. Ese final que tanto la aterrorizaba… se ha convertido en una brutal paradoja como las que tanto le gusta leer.

— ¡Ya! ¡Ya casi! ¡Respire profundo!
Siente una presión asfixiante en el estómago, que la remueve por dentro. Un llanto tenue, entrecortado primero. Sollozante después, se convierte en gritos. Un llanto que le recuerda a un gato, como los que vagan por su casa en las noches. No es de ella. Ese ruido no salió de ella. Viene de esa otra que, hasta hace unos segundos, la habitaba. Instintivamente levanta la mirada y ve reflejada una carnicería en las gafas de Él mientras la toma de la mano. Sangre por todos lados. Rojo rodeado de verde. Detrás, en su mirada, una profunda ternura y un gran asombro. Otra paradoja. Ella no la olvidará nunca.

Ahí está. Su bebé. Su hija. Ese diminuto ser al que pensó que no llegaría a conocer. Un brazo velludo le acerca a la pequeña apenas envuelta en una tela verde. La desamarran para que pueda tocarla. Pasa su mano por el diminuto puño sollozante que parece gritar con la vida que se inaugura en ella. El brazo velludo acerca a la bebé a sus labios y ella besa su cabeza sin pelo, embarrada de una gelatina pegajosa color rojizo. Al pasar la lengua por los labios secos donde se unió a la bebé en un primer contacto íntimo, descubre que los restos del líquido en el que estuvo inmersa su hija durante nueve meses es sorprendentemente dulce. Se asombra de lo instintivo que es ese vínculo incipiente. Sabe que reconocería el olor y el llanto de su bebé entre muchos otros.

El brazo velludo se lleva a la niña. Él lo sigue apresuradamente. Otra vez el llanto parece invadirla. El suyo, el de dentro. Llanto de alivio, de gozo, de miedo, de anhelo por esa personita a la cual siente que pertenece por completo.

Y el final. Ese líquido amargo que su vientre aplastado ha guardado regresa invasivo, incontrolable. Se derrama sobre el médico que alarmado le dice que voltee la cabeza a la izquierda donde han colocado una fría palangana. La inyectan y el mundo se vuelve oscuro.

En la cama del hospital, atada todavía a los tubos y las sondas, la familia le dice que la niña es hermosa. Pequeña, diminuta. Parece una flor color de rosa. Con la cabeza redonda y calva. Y los labios rojos, como si se los hubieran pintado.

Quisiera correrlos a todos cuando la traen. Tiene hambre, mucha hambre. Hace casi dos días que no come. La bebé llora. ¿Tendrá hambre también? ¿Qué puede hacer ella para quitársela? Inconscientemente sabe que desde ahora su propia hambre ya no será lo primero. Sabe que lo dulce nunca sabrá tan dulce como ese primer beso que recordará para siempre.

domingo, 2 de septiembre de 2007

Robin de Sherwood



Esta serie me encantaba cuando era más chica. Me gustaba porque creía fervientemente que en la Inglaterra de la edad media la gente se veía como aparece en esta serie. Se podía ver lo mugrosos que eran, y la pobreza en la que vivían. Pero sobre todo, la magia de la que estaban rodeados.

La historia de amor entre Robin y Marion era bellísima. Cuando comencé a ver esta serie sólo conocía la versión Disney de Robin Hood. ¡Y qué diferencia! Marion aquí es apasionada, entregada. Y Robin... bueno, en mi humilde opinión, Michael Praed es el mejor Robin Hood de la historia. Desde luego mejor que Kevin Costner (aajjj) y hasta que Sean Connery (perdón, no me crucifiquen). Como detalle curioso, el hijo de Connery (Jason) reemplazó al Robin original. La serie perdió un poco de su encanto cuando eso sucedió.

Pero lo que más me gustaba de Robin de Sherwood, es que mi hermano y yo la veíamos juntos. Eran pocas las cosas que teníamos en común, y el gusto por esta serie era una de ellas. El recuerdo de mi hermano sentado en su sillón, devorando una bolsa de cheetos con una coca cola familiar estará siempre asociado a mis afectos... junto con la musiquita que me encantaba.

Ustedes ¿la vieron? Miguel, ya se que tu si...