
Los niños se fueron esta semana. El silencio en la casa parece invadirlo todo. Cierro las puertas de sus cuartos para no ver el orden de sus camas y juguetes, que reclaman su ausencia igual que yo. Resulta extraño levantarse con el sonido de los pájaros y no tener demandas inmediatas que resolver. Me lleno de contradicciones. Extraño su juego y sus risas, aunque muchas veces los he mandado callar a las 7 de la mañana que no me dejan dormir. Hasta la Hershey parece rara, no se queda en sus lugares habituales, probablemente afectada por la falta de ruido.
Será una semana para leer sin prisa, para ver viejos amigos y no preocuparme por si los niños ya comieron. Pero ¿Qué digo? Siempre me preocupo. No creo que se vayan a lavar mucho los dientes en estos días. Les vendrán bien unas vacaciones del yugo materno y de comer porquerías todo el tiempo. A las mamas nos toca a veces ser las malas del cuento. Ni modo.
La semana terminará pronto y regresaremos al estira y afloje cotidiano: Escuela, trabajo y correr todo el día. Así serán nuestros días. Mientras, dormiré todo lo que pueda y comeré sólo cuando tenga hambre.