domingo, 10 de junio de 2007

Pelón

Gerardo dándole mordida a su pastel de limón, que él escogió



9 de junio 2007. Gerardo cumplió seis años. Ya es un niño grande. No puedo dejar de pensar en lo distinta que era mi vida hace seis años. En el hospital, esperando que me bajara la leche, sintiéndome profundamente sola y extrañando como loca a Paulina.



Sobre todo pregúntadome: ¿Podré ser mamá de dos? ¿No se habrá equivocado Dios, el destino o quien sea que puso estos dos niños en mi camino? ¿Cómo voy a querer a este bebé de la misma manera que quiero a la primera?



La noche del 9 de junio de hace seis años, todavía no conocía a Gerardo. El reglamento del hospital impedía que los bebes salieran del cunero durante las primeras 24 horas de vida. Al yo tener la panza toda rajada, no podía caminar para conocer a mi chiquito. La familia y amigos me informó que era igualito a su padre, medio güerejo y cabezón. Esa noche cuando me debatía con todas esas emociones, recuerdo haber dormido muy poco.



Al día siguiente lo trajeron. Lo desenvolví todo, le quité el pañal y procedió a orinarme toda la cara. Mi primer encuentro con mi hijo, adolorida, cansada y orinada, terminó en que me hice bolas y ni siquiera supe como volver a hacerlo taquito.

Las cosas son muy distintas a como las imaginé hace seis años. Mi temor de no poder quererlo, se desvaneció en cuanto lo ví y me enamoré de su cabeza redonda y sin pelo. Su papá le dijo pelón desde entonces, y así le decimos todavía.

Ha crecido y yo crecí junto a él. Nos hicimos grandes los dos. No puedo imaginar ni mi familia ni mi vida sin él.

Espero que en su caso, mi teóría de que a los seis años los niños maduran sea cierta. Aunque no lo sea, estoy acostumbrada a que las circunstancias y mis hijos tiren todas mis teorías.

Felices 33 para tí también Miguelón. ¡Qué bonito día del año cumples!

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